“The other day, walking, a man from the village approached me, took me by the arm and said: ‘You are beautiful and I have neither wife, nor children. I’m worried that my house will be left to rot after I die. Can I show it to you? I think you’ll like it.’

When we entered the house —that house— I couldn’t simply believe my eyes: the walls were falling to pieces and everything was full of dirt; the floor cracked and had holes that you had to dodge, unless you wanted to fall through. The only clean thing was a religious icon of the Virgin and, even that, you can imagine, wasn’t exactly shining. I never thought anybody could live like that.

He sat on the bed, patted it with his hand, and said: ‘Sit down, please, I want to talk to you. I want to give you this house.’ I looked at him, without getting any closer, and said, ‘I already have one, a house, in my country; in Denmark.’ ‘I don’t care.’ ‘And in that house, waiting for me, there is also a husband.’ ‘I don’t care about that, either.’

I turned around, picked up my backpack, and headed towards the door. He remained sitting —unmoving— and I think, feeling so sad, so devastated, that I could feel it in my bones. I don’t think he wanted anything suspicious from me. No ‘special services’ or anything. Only someone to look after his house, when he was gone.

It’s weird but I think that, had I been Younger —let’s say 30— and had I been stronger, I’d have, seriously, thought about his offer”

Susanna.
Denmark.
French Way from Villafranca del Bierzo.

“El otro día, caminando, se me acercó un hombre, un tipo del pueblo, me cogió del brazo y me dijo: ‘Eres muy bella y no tengo mujer ni hijos. Me preocupa que mi casa quede abandonada cuando muera.  ¿Puedo enseñártela?, Creo que te va a gustar.’

Cuando llegamos a su casa, —a esa casa—,  no podía creer lo que veían mis ojos; las paredes se caían y todo estaba sucio; el suelo crujía y tenía agujeros que tenías que esquivar, a no ser que quisieras colarte. Lo único limpio era una imagen de la virgen e incluso eso, te puedes imaginar,  tampoco es que brillara. Nunca pensé que nadie pudiera vivir así.

El hombre se sentó en la cama, la golpeo con la mano y me dijo, ‘Siéntate aquí, quiero hablar contigo. Quiero regalarte esta casa.’ Yo lo miré, sin moverme, y le dije: ‘Ya tengo una casa, en Dinamarca.’ ‘No me importa.’ ‘Y en esa casa, esperándome, también tengo un marido.’ ‘Eso…, bueno…, eso tampoco me importa.’

Me di la vuelta, cogí la mochila, y empecé a caminar hacía la puerta. Él se quedó allí, sentado y triste, tan triste, que me parecía poder sentirlo en los huesos. Creo que era verdad lo que decía. Y que no buscaba nada raro; ningún… ‘servicio’ por mi parte. Sólo alguien que se quedara allí cuando él ya no estuviera, y cuidara de esa casa.

Es curioso, pero creo que si fuera joven y fuerte, si tuviera treinta años y me sintiera capaz de ayudarlo, me lo hubiera pensado seriamente.”

Susanna,
Dinamarca.
Camino Francés desde Villafranca del Bierzo.